Aromático y sabroso…

Me encantan los plátanos maduros desde que era bien pequeña

(que se lo digan a mi madre, que si no llega a ser porque me pilló a tiempo, me como de una sentada un kilo así, pimpan-pimpan, uno detrás de otro, sin cortarme ni un pelo) así que éste es uno de mis bizcochos preferidos.

La masa cruda en sí ya me huele a gloria.

Ni os cuento cuando se mete en el horno…

…el aroma se extiende por toda la casa pero me dan ganas de quedarme a vivir en la cocina.

Creo recordar que la receta es americana, seguramente me la dieron mis tías.

Ingredientes:

3 plátanos maduros (casi pasados)
ralladura de la corteza de 1 limón
unas gotas de extracto de vainilla
2 huevos
1/2 taza de mantequilla
1 taza de azúcar
2 tazas de harina
1 pizca de sal
1 cucharadita de levadura
1/2 taza de nueces peladas y machadas
unas pasas (opcional, yo no suelo echarlas por pura pereza)

Si vas a echar pasas, ponlas a remojo con tiempo para que se rehidraten en agua templada.
Ten también las nueces machacadas de antemano y aplasta los plátanos hasta reducirlos a puré.

Encamisa un molde tipo plum-cake y precalienta el horno a 180ºC.

Mezcla la mantequilla con el azúcar hasta obtener una mezcla esponjosa, que haya aumentado de tamaño y se vea de color más claro.

Incorpora luego los huevos (batiendo de prisa para que no se corte la masa) de uno en uno.

Añade ahora la ralladura de limón, la vainilla y la sal.

Incorpora a la masa la harina mezclada con la levadura (si se te cortó la masa, con ésto se arreglará).

Añade por último los plátanos triturados y las nueces picadas a la masa.

Escurre las pasas si vas a echarlas, sécalas un poco y rebózalas en harina antes de añadirlas a la masa.

Sea como sea, mueve lo suficiente la masa para que todo se reparta bien.

Echa la mezcla en el molde y hornéala a fuego medio durante aproximadamente 1 hora, o hasta que al pinchar el pastel con un palillo éste salga limpio de masa.

Sale doradiiiiiito por fuera y jugoso por dentro, con los pedacitos de nueces y el delicioso sabor a plátano maduro.  No es esponjoso como un bizcocho, la textura es más densa y rica.  Altamente recomendable acompañado de un vaso de leche bien fresquito, por ejemplo.